Hablemos de la muerte

Esta sección nace desde un sentir ya asumido por mi, y que tanta angustia ha representado en los primeros años de ejercicio profesional, el miedo a la muerte.

Recién acabada la carrera de enfermería, en mis primeros contratos eventuales en A Coruña, cada vez que me dan el cambio de turno y un colega me dice que un paciente está a punto para su tránsito yo pido a aquéllo en lo que creo, que por favor, no se muera conmigo. No sé cómo pero esto funciona.

Mudarme a Barcelona al cabo de tres años, es la piedra angular que marca un antes y un después en mi vida. Comienzo a trabajar en el Hospital de Sant Pau, concretamente en una unidad de Medicina Interna geriátrica, y como no, los pacientes se van muriendo en mi turno. El caso que más me marca es el de Elvira, una mujer, que entra en coma, sin sedación, ni suero de mantenimiento y que permanece 15 días en este estado con visitas de despedida de toda la familia diariamente y que no se va. Una noche sueño con ella, sólo veo su imagen. Lo que yo interpreto es que este caso me está afectando mucho. Lo comento con mis compañeras en el trabajo. Al día siguiente la auxiliar de enfermería con la que realizo los cambios de postura, sueña también con ella. Yo intuyo “se va a morir con nosotras dos” y algo profundo me anima a dirigirme a la familia (una hija y una nieta) y preguntarles si a Elvira le falta algo por hacer o alguien de quien despedirse. Después de un repaso persona por persona, la nieta dice “Mamá falta el tío Antonio”. Resulta que este hombre es el único hermano en vida que le queda a Elvira, el más pequeño de 10, a quien ella cuidó como un hijo, que viene a verla desde Madrid cuando ella está consciente y le dice que ya se volverán a ver. A mi se me ocurre que lo llamen por teléfono móvil, le expliquen el estado de la paciente y pongan el dispositivo en la oreja de ella para que él se despida. Al cabo de unos minutos, la familia me viene a buscar. Elvira se ha ido. Yo no sé cómo integrar lo que ha ocurrido. Me voy a caminar al salir del trabajo. A partir de este momento comienzo a acompañar a las familias y a los pacientes que están a punto de dejar su cuerpo físico.¡Y descubro que todos esos detalles que capto, toda esa información sutil, me permiten acompañar a los pacientes de una forma que me nutre y me aporta paz!

Por si esto fuera poco, decido formarme como doula, para acompañar emocionalmente a las mujeres embarazadas durante su gestación y parto. En el primer parto natural en casa del que soy testigo, además de sentir una sensación “love is in the air” reconozco profundamente, que el lugar del que venimos es el mismo que al que nos vamos.

“¿Qué es la muerte?¿Qué es la vida? y ¿qué ocurre cuando estoy muerto?¿Por qué la mayor parte de la gente teme a la muerte? Sin duda, la muerte puede suponer una liberación tras una penosa enfermedad. ¿Por qué los doctores (y yo añado, y demás profesionales del entorno sanitario y del cuidado) a menudo perciben la muerte de un paciente como un fracaso por su parte? ¿Porque el o la paciente ha perdido su vida? (…)¿Por qué nuestro primer impulso es prolongar la vida y retrasar la muerte? Y¿es este miedo producto de la ignorancia de lo que la muerte podría ser?¿Son precisas nuestras suposiciones sobre la muerte?¿Es realmente la muerte el final de todo?” (Pim Van Lommel, 2007).

Actualmente en mi trabajo como enfermera de atención domiciliaria, continúo detectando que hablar de la muerte es un tabú para algunos pacientes, y más para sus familias. Nuestro gobierno legisla pero pocos son los colegas que se abren a acompañar el proceso de una eutanasia o simplemente comentar y registar las últimas voluntades de sus pacientes.

Todavía hay mucho que compartir, soltar y reflexionar en cuanto a cuestiones del final de vida se refiere. Desde este contexto, Cuidados entre cuidadores, propone que “Hablemos de la muerte” a través de los talleres que se presentan a continuación.